Desde la más tierna infancia, al menos desde mi percepción de “más tierna infancia” se nos acostumbra al familiarizarnos con el concepto de “la media naranja”. Lo que, según los casos, será el HOMBRE/MUJER DE TU VIDA, es un concepto como análogo, salvando las distancias, al de Dios: se cree en la existencia de uno, único y verdadero, y a pesar de no haberlo visto nunca, nadie se cuestiona su existencia y lo aceptamos como un axioma, un acto de fe.
Algunas de las personas creen o más bien quieren creer en él/ella como justificación irracional de las desgracias y como esperanza de un “algo mejor” que llegará al final de la búsqueda y que compensará, con creces, los desencantos sufridos en el cámino hasta él.
En mi caso, y para poner la nota discordante, ya desde pequeña me empezaban a hacer aguas ambas teorías. Lo de la existencia de un Dios (y donde digo “Dios”, léase “Divinidad” y que cada cual le ponga el nombre que más se le antoje) es algo que chocaba con aquello de la evolución. Las famosas CINCO VIAS TOMISTAS lo terminaron de arreglar y mataron la poca fé que me quedaba. Lo de, en mi caso “el hombre de mi vida” tardó un poco más en llegar, pero el golpe fue aún un poco más fuerte cuando por fin me caí del guindo en el que vivía a varios miles de metros del suelo.
El politraumatismo craneoencefálico que me supuso la caída de guindo hizo que se activaran ciertas regiones de no se qué hemisferio del cerebro y que actuara de catalizador de otras grandes decepciones mi vida. A saber:
- El hombre de mi vida no existe. Al menos no podré saberlo hasta que no haya conocido en profundidad a todos y cada uno de los individuos de sexo masculino que habitan sobre la faz de la Tierra. Y esto es, por reducción al absurdo, del todo imposible
- El átomo, tal y como lo presentan en los libros (con las órbitas elíticas, etc) TAMPOCO existe. Madre mía, que chasco más grande me llevé en 2° de BUP cuando mi seño de Física y Química me confirmó mi desdichada sospecha y, por si no me lo creía, me lo justificó mediante el “Principio de Incertidumbre de Heisenberg” (empollones gafotas tiren por favor de Google)
- Nunca podré ser elegida como la musa de Armani, la ganadora de OT (Rosa me gano porque vocalizaba aún peor que yo), atleta de élite
y otros muchos oficios imposibles que no paso a recordar para no abrirme las venas por dobredósis de frustraciones ...
El caso es que, tonta como sólo yo era y sigo siendo, echando a un lado de un culazo todas las teorías científicas que habían regido mi vida desde que aprendí a leer y pasándome además por el forro el primero de los puntos expuestos anteriormente, decidí que SI, que SI QUE EXISTÍA EL HOMBRE DE MI VIDA. Es más, lo tenía más o menos fichado. Aún no conocía el careto ni la secuencia de ADN del sujeto, pero al menos sabía dos cosas fijas: se llamaría JULIÀN y sería MEXICANO. No era mucho, pero con semejantes criterios en la SQL Query, el conjunto de elementos a localizar era significativamente más reducida
En qué me basaba? Aquí es donde la gente va a perderme el poco respeto que me profesaba. Atención sordos: de un culebrón mexicano de 1994 que se llamaba “Agujetas de color de rosa”. Serie “gomitiva donde las haiga”, con argumento pésimo y sintonía aún más destestable, me enamoré de un personaje que se llamaba, efectivamente, Julián, y que ahora el Sr. Google me dice que se llama Alexis Ayala ... y es el doble de Carlos Larrañaga con algunos años menos.
Si, es triste, señores, pero la vida es asíN. Qué se le va a hacer. Y queréis saber qué es aún más sorprendente? Pues que, después de haber conocido varios espejismos de Julián ... le he encontrado!!!! Queréis saber quién es y por qué aún así nuestro amor amor es imposible? Pues no os perdáis el próximo capítulo, Corazones? (perdón por este ramalazo Igartiburu)
De momento os dejo una de las canciones-emblema de mi vida: recuerdos de la tuna durante mi vida universitaria y, a la sazón, lazos con la esencia mexicana, en la voz de Luis Miguel. Y ahora, si queréis, podéis proceder a lapidarme públicamente. El dardo en la palabra, pero dardo envenenado ... lo estoy viendo.
Algunas de las personas creen o más bien quieren creer en él/ella como justificación irracional de las desgracias y como esperanza de un “algo mejor” que llegará al final de la búsqueda y que compensará, con creces, los desencantos sufridos en el cámino hasta él.
En mi caso, y para poner la nota discordante, ya desde pequeña me empezaban a hacer aguas ambas teorías. Lo de la existencia de un Dios (y donde digo “Dios”, léase “Divinidad” y que cada cual le ponga el nombre que más se le antoje) es algo que chocaba con aquello de la evolución. Las famosas CINCO VIAS TOMISTAS lo terminaron de arreglar y mataron la poca fé que me quedaba. Lo de, en mi caso “el hombre de mi vida” tardó un poco más en llegar, pero el golpe fue aún un poco más fuerte cuando por fin me caí del guindo en el que vivía a varios miles de metros del suelo.
El politraumatismo craneoencefálico que me supuso la caída de guindo hizo que se activaran ciertas regiones de no se qué hemisferio del cerebro y que actuara de catalizador de otras grandes decepciones mi vida. A saber:
- El hombre de mi vida no existe. Al menos no podré saberlo hasta que no haya conocido en profundidad a todos y cada uno de los individuos de sexo masculino que habitan sobre la faz de la Tierra. Y esto es, por reducción al absurdo, del todo imposible
- El átomo, tal y como lo presentan en los libros (con las órbitas elíticas, etc) TAMPOCO existe. Madre mía, que chasco más grande me llevé en 2° de BUP cuando mi seño de Física y Química me confirmó mi desdichada sospecha y, por si no me lo creía, me lo justificó mediante el “Principio de Incertidumbre de Heisenberg” (empollones gafotas tiren por favor de Google)
- Nunca podré ser elegida como la musa de Armani, la ganadora de OT (Rosa me gano porque vocalizaba aún peor que yo), atleta de élite

El caso es que, tonta como sólo yo era y sigo siendo, echando a un lado de un culazo todas las teorías científicas que habían regido mi vida desde que aprendí a leer y pasándome además por el forro el primero de los puntos expuestos anteriormente, decidí que SI, que SI QUE EXISTÍA EL HOMBRE DE MI VIDA. Es más, lo tenía más o menos fichado. Aún no conocía el careto ni la secuencia de ADN del sujeto, pero al menos sabía dos cosas fijas: se llamaría JULIÀN y sería MEXICANO. No era mucho, pero con semejantes criterios en la SQL Query, el conjunto de elementos a localizar era significativamente más reducida

Si, es triste, señores, pero la vida es asíN. Qué se le va a hacer. Y queréis saber qué es aún más sorprendente? Pues que, después de haber conocido varios espejismos de Julián ... le he encontrado!!!! Queréis saber quién es y por qué aún así nuestro amor amor es imposible? Pues no os perdáis el próximo capítulo, Corazones? (perdón por este ramalazo Igartiburu)
De momento os dejo una de las canciones-emblema de mi vida: recuerdos de la tuna durante mi vida universitaria y, a la sazón, lazos con la esencia mexicana, en la voz de Luis Miguel. Y ahora, si queréis, podéis proceder a lapidarme públicamente. El dardo en la palabra, pero dardo envenenado ... lo estoy viendo.