viernes, 22 de febrero de 2008
Tengo, tengo, tengo ... tú no tienes nada
No tengo tres ovejas en una cabaña, pero después de ver lo que se ve en el mundo, creo que tengo mucho más de lo que podemos pedir

El fin de semana pasado estuve en París celebrando el cumpleaños de mi "consorte". Era mi primera visita a "la ciudad del amor", que nos recibió con un gélido gris precisamente el día siguiente a San Valentín.

Todo el mundo decía que me iba a encantar, y la verdad es que es una ciudad preciosa, eso no se puede negar de ninguna de las maneras. Sólo hay una cosa que me decepcionó y me impresionó bastante: el transporte público. Uno piensa que en una ciudad con tantísimo dinero (porque en Paris tiene que haber muuuuucho dinero metido), tan sumamente glamourosa, tengan un metro tan viejo y tan mal preparado a los tiempos que corren.

Alertada previamente por todo el mundo sobre lo cara que era todo allí, esto no evitó mi sorpresa cuando nos cobraron 11,50€ por una cerveza de medio litro en un bar... y así sucesivamente. Ni que decir tiene la cantidad de "ceros" que había en los precios de los escaparates de las tiendas de los grandes diseñadores, a los que nos asumábamos poco menos que con la misma curiosidad y "admiración" (muy entrecomillado) que a los cuatros de Van Googh que encontramos en el Museo Orsay. Recuerdo particularmente uno de los precios que miramos por curiosidad (no miramos tampoco mucho, era una y otra vez "más de lo mismo"): un chalequito ESPANTOSAMENTE FEO (aunque esto supongo que va en gustos) en una tienda de un diseñador ni siquiera de los más conocidos/consagrados, costaba la nada despreciable cantidad de 8.500,-€

Voy a intentar no caer en la demagogia de pensar la cantidad de escuelas se podrían construir en un paupérrimo país africano o cuántas bocas se podrían alimentar o cuántos niños tripones con moscas en los ojos se podrían vacunar. Al fin y al cabo yo también tengo 8.500 pavos en el banco y no los mando a África ni a ningún lado, y si mañana me comprara un coche muchos podrían preguntarse si no hubiera sido más útil llevar agua a una aldea que seguir yendo en transporte público... pero aún así no puedo evitar en pensar en el exclusivo grupo de personas que compran en esas tiendas una prenda que, probablemente, solo se pongan una única vez.

Las personas que comprar allí tienen, necesariamente, una cuenta corriente con muuuuchos ceros. Y seguro que tampoco van a esas tiendas utilizando el sucio y viejo metro parisino en el que tendrían que subir millones de escalones con sus finísimos tacones de aguja (dado que no hay escaleras mecánicas la inmensa mayoría de las estaciones), tendrían que mezclar sus exclusivas ropas con las de cientos de personas de todos los estratos sociales inferiores)

A sólo unos pasos con sus Manolo Blanik de la "milla de oro" pueden encontrar un montón de personas durmiendo en el suelo, a la intemperie del nada cálido invierno parisino. Por lo que me han contado, miles de inmigrantes (legales e ilegales) sobreviven en los suburbios de la ciudad a la que se le presupone un alto nivel de integración cuando en realidad, por lo visto, no es así.

Lo dicho, intento no caer en la demagogia o el victimismo, pero me sirve una vez más para darme cuenta de la suerte que hemos tenido de que la cigüeña abriera el pico en las coordenadas en las que caímos. Por eso digo que soy afortunada por estar en una discreta posición entre el "TENGO, TENGO, TENGO" y el "tú no tienes nada" .... y que nos quedamos como estamos
 
posted by Rita Peich at 2/22/2008 05:08:00 p. m. | Permalink | 7 comments