Al caer la tarde, después de coger energía y llenarse de optimismo robándole el balón a unos críos y dejando patente ante mis brillantes ojos, ligeramente alcoholizados, que el mundo futbolístico no se estaba perdiendo nada especial sin él, la Iglesia de San Andrés fue el único testigo del primer beso “como nuestro Dios (somos ateos) manda”
Y una vez más, como diría Mayra Gómez Kempt, hasta aquí puedo leer ...
¡¡¡Hala, hala, y delante de una iglesia!!!
No sería la tarde del domingo, que llovió, ¿no? Porque estaba yo tomando fotos por esa zona :-)