Si, señoras y señores, pero es que lo mío es peor que enamorarse del Cachuli (que también tiene lo suyo), porque yo me he enamorado de un gay con el agravante de la reincidencia, dado que no es la primera vez. Me explico:
Después de quedar a comer con mi ciber-amiguete Lulo (que tantos y tantos comentarios hacía antes en este blog, aunque ahora parece que PASA), recogí a Palíndrome y me fui con él y un par de amigos más a La Sixta. Por fin, después de tanto tiempo oyendo hablar de aquel antro de vicio y perversión, de aquel lugar tan divertido donde la gente ya empezaba tomando cañas después de darse una vuelta por El Rastro, los domingos al mediodía, por fin iba a poder comprobar in situ y en mis propias carnes, qué era aquello que tenía tan maravillado a Palíndrome.

He de decir que, aquel día más que nunca, un abanico del “todo a cien” se puede convertir en un arma de seducción mucho más potente que un buen escote (al menos a mí el mío, que tiene fama de tremendo, en aquel bar no me sirvió de mucho)
Fuera empezó a caer agua como si lo fueran a prohibir en el mismo momento en que entrábamos a duras penas en el local, que ya por entonces estaba hasta los topes. Como son todos gays, no importa que te arrimen la cebolleta al pasar por el pasillo. De hecho, para muchos debe ser el mayor atractivo del local. El caso es que la lluvia (y la falta de ganas) me estaba retrasando la marcha a casa después de tres días sin ver a penas a la familia. Cuando por fin me decidí a marchar, camino de la salida, me interpuse entre ÉL y el que yo supuse que era su pareja. Qué majo, qué simpático, qué guapo !!!! En esos momentos uno lamenta no ser hombre para hacerse gay y pedirle una cita.
Después de un buen rato de conversación a solas en la que encima me subió el ego y el ánimo por encima de mi elevado nivel alcohólico en sangre, resultó que conocía a mis amigos (porque en La Sixta toooooooooooodo el mundo se conoce). Me contó que se llamaba Antonio, que era originalmente malagueño pero que había emigrado hace unos años, no para hacer las Américas, sino por otros motivos ... a mí me recordaba al Banderas, aunque este es más guapo. Me contó un montón de cosas más y por un momento me llegó a convencer de ser una mujer maravillosa ... claro, después se me pasó el pedo en la Renfe y se esfumó el momento Cenicienta J ... pero hasta entonces, qué bonito es ser amada por un gay!
La noche, aromatizada por el olor de la tormenta y el buqué de la mejor cosecha de Mahou, acabo por confundirnos, como a Dinio, y me despedí de Antonio en la puerta, bajo la lluvia, con un beso de película y la promesa de casarme con él en una vida posterior.
Lástima no poder ir este domingo de nuevo a La Sixta, aquel bar enano donde la gente se habla y se ríe sin necesidad de conocerse. Un bar como Cheers de Boston, where everybody knows your name
Otra que ha caído.
A mí me agobia muchísimo, pero me gusta ir de tarde en tarde a encontrarme con los amigos.