La RAE (mazo dictaminador de la verdad y quien corta el bacalao en semejantes resoluciones semánticas) define el “Desasosiego” como la “Falta de sosiego” ... vaya, se habrán quedado alopécicos perdidos... A la vez, define el “SOSIEGO” como la “quietud, tranquilidad, serenidad”. Por esa regla de tres, me pasan todas estas cositas:
1) TENGO FALTA DE QUIETUD ... pues mira, sí, ahí han acertado. Porque es que llevo todo el día de arriba para abajo, colgada del teléfono y en reuniones de esas que solo sirven para cerciorarse de que todo el mundo tiene instintos asesinos (yo la primera).
2) TENGO FALTA DE TRANQUILIDAD ... también, también, pero por muchos motivos diferentes, nada en concreto. A falta de Valium, creo que esta noche me he de dar irremediablemente a la bebida, y esto no es propio en mi. Pero de veras que HOY lo necesito.
3) TENGO FALTA DE SERENIDAD ... aquí se han colado. Yo estoy muy serena. “Desasosegada”, si , pero aún serena ... aún. Claro, que si me lo preguntas dentro de unas cuantas horas, después de haberme “amorrado” al grifo de cerveza irlandesa del pub de debajo de mi casa, probablemente te conteste otra cosa. De hecho, puede ser que directamente ni te oiga.
Y tú te preguntarás, de donde viene tanto DESASOSIEGO, chiquilla?! Pues verás; de varias fuentes, pero una principal. Intentaré resumirlo, aunque no prometo nada. Mira que me conozco ...
Ayer fue un día estupendo. De esos en el que una ha dormido estupendamente bien, los pajarillos cantan y una se levanta de tan buen humor que decide subirse a la bicicleta y pedalear hasta la oficina, recolectando cada uno de los rayos que el sol tiene a bien regalarte. Un excepcional y radiante día del otoño alemán, en el que la radio te promete alcanzar los 26°C.
En el trabajo todo marcha más o menos bien, sin grandes broncas, sin grandes marrones, e incluso consiguiendo cosas que se han resistido durante semanas! Comida con los amigotes del curro, risas, cafetito al sol ... una delicia. Para acabar la jornada, mini fiestecilla en la empresa, cervecitas, volver a ver a viejos amiguetes de antiguos departamentos.... vamos, que BIEN
Al llegar a casa, ya cenadita y todo, llama un amigo desde la Madre Patria. A diferencia de los anteriores, éste no se puede tachar de un ser un “viejo amigo”. De hecho, y de forma sincera, ni siquiera sé si técnicamente se puede considerar “amigo” dado que faltan algunas de las condiciones de contorno, de esas necesarias aunque no suficientes. Conozco su nombre, conozco su voz ... pero poco más. Y la verdad es que tampoco necesito mucho más. Él es una persona que cayó en mi vida (porque él no llegó, él “cayó” literalmente en mi vida) hace bien poquito. Las circunstancias personales de cada uno hacen que, aún en la distancia y el anonimato, hayamos creado lo que podría denominarse un “buen rollito”. Somos amiguetes, hablamos frecuentemente por teléfono y en cierto modo se puede decir que nos contamos cosas de muy íntima índole; cosas que quizás no le cuentas a la gente muy cercana (AVISO: con lo de “íntimas” no implica que sean necesariamente “sexuales”, que ya os estáis relamiéndo!)
Me encanta hablar con él. Me relaja, me hace reir, me hace sentirme bien. Pero anoche, en medio de una de esas “charlas de buen rollito”, digamos que una pregunta mía desembocó en un mal entendido bastante poco agraciado. La pregunta quizás no fuera la mejor de las que he formulado en mi vida pero aún así, quede por delante que no fue malintencionada y no fue nada ofensiva. La respuesta, o quizás mejor dicho la “formulación de la respuesta”, fue a mi personal parecer bastante enrevesada. Tanto, que el tono irónico que después se puso de manifiesto que tenía, quedó sumamente disfrazado, hasta el punto de pasar completamente desapercibido.
Una cosa llevó a la otra. De repente el tono irónico tan omnipresente en nuestras charlas hizo “mutis por el foro”. Seriedad. Silencio. Caras serias. Me senté en la cama no queriendo creer que lo que pasaba por mi cabeza era en serio. Explicaciones mútuas que parecían no contentar a nadie ... y de repente, ninguno de los dos tuvo ganas de seguir hablando.
Sentí ganas de colgar ... pero no lo hice. Pensé que sería ir demasiado lejos. Que no habría vuelta atrás. Quise aclararlo ... él quiso dormir .... y yo no quise poder evitarlo...
Quizás él dormiría de puta madre. Yo lo intenté ... en vano. Con el rictus en la cara, me tumbé sobre el costado izquierdo y noté como tenía tensos los músculos de la cara. Y ahí apareció él .... el desasosiego ...
07:00 de la mañana. El despertador no había sonado aún por primera vez (últimamente hace bises y bises hasta que se queda sin voz) Pero yo ya había abierto los ojos. Con la esperanza de “hoy sería otro día”, camino a hasta la ducha y me doy cuanta como llevo al menos 15 minutos debajo del agua con la mirada fija en los dibujos de la cortina, sin ni siquiera haber echado mano al bote de champú. Y esta pequeña losa seguía oprimiendome el pecho .... aún
Y entonces me lo planteo por primera vez: POR QUÈ???
Por qué me violenta tanto todo este tema, si al fin y al cabo no deja de ser un extraño? Por qué estoy tan pesarosa si de hecho sigo considerando que mis palabras y mi manera de actuar fueron correctas? Por qué dar tanta importancia a un hecho puntual que la mayoría de la gente consideraría como una nimiedad? Y sobre todo .... Y AHORA QUÉ???
Éste no ha sido más que el mal comienzo de un día que ha ido solo de mal en peor ... por muchos motivos, incluida una discursión a gritos con mi jefe y que ni siquiera me haya dado tiempo a comer. Supongo que el hecho de que me tenga que venir la regla en unos días no ayuda precisamente ... el resultado: un viernes, último día antes de las vacaciones, a las 19:00 de la tarde, aún estoy sentada al frente de uno de mis ordenadores de la oficina y no he conseguido quitarme de la cara el rictus de los labios y las cejas que me acompaña desde anoche.
Supongo que nececito “trabajarlo” (como dirían los psicólogos). Supongo que necesito hablar de ello. Yo siempre necesito hablar, ya lo sabes. Por eso he decidido escribirlo. Para que lo entiendas. Para que, sin ningún otra pretensión, puedas saber cómo me siento, más allá de las cuatro palabras que se puedan contar por teléfono en medio de una autopista.
Para que sepas que LO SIENTO. No siento haber dicho lo que dije, no siento haber pensado lo que pensé. Siento que hubiera un absurdo momento en el que las cosas desvariaron y nos hicieron desviarnos del camino de baldosas amarillas por el que (casi) siempre habíamos caminado tú y yo. Hoy me he puesto los zapatos rojos, como Dorothy, con la idea de volver a encontrar la magia .... pero echo en falta al hombre de hojalata. Y quiero que vuelva. Yo he puesto la primera baldosa....
Bien, tú te has analizado y encuentras en este suceso la causa próxima de tu desasosiego.
Pero a lo mejor te estás engañando, a lo mejor existe una causa más prosaica, menos romántica y menos engorrosa.
Me refiero a que en una de las fotos del apartamento recién inaugurado aparecía un lienzo de un color naranja? bastante saturado.
Y los colores, es bien sabido, con sus perversas y veleidosas longitudes de onda, generan reacciones piscológicas bien definidas.
¿No es posible que ese naranja te esté consumiendo la quietud sin tú sospechar que esa es la causa?